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sábado, 11 de octubre de 2008

FILOSOFIA MORAL La caridad y el juicio final



A la luz de nuestra doctrina se aviva y enaltece el fuego de la caridad para elevarla a una verdadera virtud- Sabemos en nuestros primeros pasos en nuestra carrera masónica que no hay virtud donde no hay lucha, o dicho en otros términos, donde no existe o donde no se realiza una auténtica función volitiva para dirigir nuestros instintos y dominar nuestro destino, con el fin de crear en nuestro propio ser, belleza y armonía.

En efecto, en el concepto vulgar de la caridad, éste es solo un sentimiento afectivo y no hay una verdadera virtud, presupone siempre un superior frente a un inferior y la idea de la superioridad engendra un sentimiento de soberbia, incompatible con el amor a plenitud de acción constructiva. La soberbia debe ser ajena a los masones, no debe existir entre nosotros.

La caridad verdadera exige de nosotros amar a todos nuestros semejantes como a nosotros mismos. Esta preclara regla no tiene sentido, si antes de ocuparnos de nuestros semejantes, no tenemos primero el amor que nos debemos a nosotros mismos. Este amor debe ser sano, virtuoso, bien ponderado, a él debemos dedicar nuestros mejores esfuerzos para que en nuestra personalidad se desarrollen armónicamente todas nuestras facultades bajo la dirección de nuestra razón. El hombre que así se ama a sí mismo, es el mejor preparado para amar a los demás y haciéndolo se convierte en un centro activo de donde irradien sobre sus semejantes, salud, alegría y prosperidad.

Para realizar la redención humana. hay que sentir el dolor de todos los hombres, compenetrarnos del sufrimiento de todos los esclavizados, sentir el hambre de los que de todo carecen, como si fuera de nuestro propio dolor, nuestro propio sufrimiento y nuestra propia hambre.

Vencer la desarmonía creada por los perversos a expensas de los ignorantes y de los débiles, tal es la meta de la caridad conciente de los masones.

En la masonería estudiamos la Filosofía Moral, o sea El bien como obra que realizar. Esta filosofía nos debe elevar a la felicidad. En la filosofía aristotélica se menciona que la verdadera felicidad es hacer bien a los demás, pero para hacer bien a los demás, primero tenemos que hacernos bien a nosotros mismos. Cuando nosotros estamos satisfechos, en conciencia, de nuestras obras. El hombre anda en busca de reconocimientos, títulos y opiniones ajenas, de los hombres, de la familia, de los amigos, etc., todas podrán ser muy importantes pero ninguna mas que la propia opinión. A los demás los podremos engañar, a nosotros mismos no. Tarde o temprano la verdad llega con su luz, entonces nos vemos cuales somos y nos juzgamos, sin error.

No importa nada que todos los hombres digan bien de mi, si de mí mismo pienso mal. Y no importa si todo el mundo piense mal de mí si yo aprobé mi examen de conciencia. En algunas religiones se menciona que el juicio final es el que Dios realizará al final de los tiempos y que establecerá definitivamente la separación entre el bien y el mal, pero la realidad es la valoración que realicemos ahora en la adecuación moral de nuestra conducta, para establecer un verdadero juicio. El tribunal superior lo llevamos cada quién dentro de nosotros mismos. ESE ES EL JUICO FINAL

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