Hay que reconocer que perdonar a otros y a nosotros mismos es indispensable para nuestra felicidad. Para nuestro bienestar físico y mental. No podemos ir libremente hacia un futuro despejado y dichoso si permanecemos atados a nuestros rencores o a nuestras culpas por errores del pasado.
Podemos manejar todo esto en otra forma. Hay que analizar nuestras faltas, comprender las motivaciones que hubo en ellas y proyectar nuestro más profundo arrepentimiento y amor hacia quienes hubiéramos querido dañar.
Tomar experiencia de todo esto para no repetir nunca tales fallas y desterrarlas terminantemente de nuestros pensamientos, no permitir que nos persiga el remordimiento y no obsesionarnos con la idea de que aquello nos impida merecer las cosas buenas de la vida que obstruyen nuestro derecho a la felicidad.
El decir "perdono pero no olvido" es un falso perdón. Necesitamos perdonar a quién nos ofendió y borrar el recuerdo de las ofensas. Así nos libramos de los lastres del pasado y dirigiremos nuestras esperanzas henchidas de fe, hacia el amanecer de un nuevo día, que nos espera lleno de posibilidades para aportar nuevas acciones de beneficios para nosotros y nuestros semejantes.
La discordia, la intriga, la ira, el rencor y el odio, son matorrales sombríos de los planos inferiores. Podemos vibrar en los niveles transparentes de las alturas donde el amor y el perdón denotan mayor evolución e iluminar nuestro camino. Odiar es torpeza e ignorancia. Perdonar es signo de inteligencia y sabiduría
Cada día, antes de dormirnos, necesitamos perdonar las ofensas que nos hayan hecho. Así nos libramos, pues sabemos que guardar rencores esclaviza, envenena y atrae mayores dolores. Tratemos cada día de comprender a los demás y perdonar a quines nos han tratado de perjudicar: ignorando el daño que se hacen a sí mismos. Por eso repitamos de todo corazón las excelsas palabras del Divino Maestro "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen"
Podemos manejar todo esto en otra forma. Hay que analizar nuestras faltas, comprender las motivaciones que hubo en ellas y proyectar nuestro más profundo arrepentimiento y amor hacia quienes hubiéramos querido dañar.
Tomar experiencia de todo esto para no repetir nunca tales fallas y desterrarlas terminantemente de nuestros pensamientos, no permitir que nos persiga el remordimiento y no obsesionarnos con la idea de que aquello nos impida merecer las cosas buenas de la vida que obstruyen nuestro derecho a la felicidad.
El decir "perdono pero no olvido" es un falso perdón. Necesitamos perdonar a quién nos ofendió y borrar el recuerdo de las ofensas. Así nos libramos de los lastres del pasado y dirigiremos nuestras esperanzas henchidas de fe, hacia el amanecer de un nuevo día, que nos espera lleno de posibilidades para aportar nuevas acciones de beneficios para nosotros y nuestros semejantes.
La discordia, la intriga, la ira, el rencor y el odio, son matorrales sombríos de los planos inferiores. Podemos vibrar en los niveles transparentes de las alturas donde el amor y el perdón denotan mayor evolución e iluminar nuestro camino. Odiar es torpeza e ignorancia. Perdonar es signo de inteligencia y sabiduría
Cada día, antes de dormirnos, necesitamos perdonar las ofensas que nos hayan hecho. Así nos libramos, pues sabemos que guardar rencores esclaviza, envenena y atrae mayores dolores. Tratemos cada día de comprender a los demás y perdonar a quines nos han tratado de perjudicar: ignorando el daño que se hacen a sí mismos. Por eso repitamos de todo corazón las excelsas palabras del Divino Maestro "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen"
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